sábado, 17 de octubre de 2009

En base a todo lo que leímos sobre leyendas y mitos urbanos en nuestras clases de literatura con la pofesora Julia Bensusa, uno de nuestros trabajos fué la creación de nuestras propias leyendas urbanas o la modificación de algunas existentes. A continuación les mostramos algunas leyendas que nos inspiraron con nuestras producciones:


La leyenda de la Difunta Correa pertenece al foclore del Litoral Argentino, y relata la historia de una madre que de la muerte, sigue dando vida a su hijo !
 


Allá por el año 1835, un criollo de apelido Bustos fue reclutado en una leva para formar parte de las montoneras de Facundo Quiroga, y aunque, oponiendo toda resistencia a responder ante este llamado, fue llevado a La Rioja por la fuerza.
Su esposa, doña María Antonia Deolinda Correa, cayó en desesperación pues, no sólo que su marido estaba siendo enviado a lo que sería una muerte segura, sino que también iba enfermo. Así que tomó a su hijo y siguió las huellas de la montonera.
Caminó y caminó a través del desierto, y según cuenta la leyenda que difunden los lugareños, cuando estaba ya desfalleciendo, sedienta y agotada, se dejó caer en la cima de un pequeño cerro. En eso pasaron unos arrieros, quienes vieron animales de carroña que revoloteaban, y se acercaron al cerro donde encontraron a la madre muerta y al niño aún con vida, amamantándose de los pechos de su difunta madre. Los arrieros recogieron al niño, y dieron sepultura a la madre en las proximidades del Cementerio Vallecito, en la cuesta de la Sierra Pie de Palo.
Y es así que al conocerse la historia, comenzaron las peregrinaciones de los lugareños hasta la tumba de la que llamarían “la difunta Correa“.


La llorona




La llorona es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales. Los relatos populares, la describen también como una mujer sin pies, en efecto, parece desplazarse por el piso sin rozarlo.
El mito de 'la llorona' afirma que su eterno penar se debe a que busca a un hijo recién nacido que asesinó arrojándolo al río para ocultar un pecado. Y en esta línea, es parte de su penitencia, castigar a los muchachos que andan de amores prohibidos: se sube a sus caballos y puede llegar a matarlos en un helado abrazo mortal.
Se la llama 'la llorona' porque sus gemidos aterradores y penetrates que se dice que grita

              ¿ Donde esta mi hijo? ¿Dond esta mi hijo?
son tan insistentes que hasta enloquece a los perros, mientras deambula por las noches (sobre todo cuando es noche de plenilunio).
La mayoría de los relatos, la consideran señal de malos presagios, un indicador de mal agüero: puede acercarse para enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer desgracias a los seres queridos.
En otros relatos, 'la llorona' se presenta como un ser inofensivo que necesita consuelo y ayuda, despertando piedad en la gente que, cuando se acerca a consolarla, les roba todas sus pertenencias.



EL GAUCHITO GIL
Antonio Mamerto Gil Núñez, correntino mercedeño, vivió al margen de la ley, obligado por las circunstancias, según los sostenedores del mito. También se le adjudica  robar a los poderosos para ayudar  los pobres. Por su fuerte y decidido amor a la libertad y por  no obedecer con obsecuencia a los "señores" de su época, ganó la simpatía de muchos anónimos y resignados correntinos, que vieron en él, su reivindicación. Siempre contó con la protección de sus paisanos, que no sólo lo escondían de la policía, sino que disimuladamente dejaban un caballo de refresco, ensillado "por si lo precisa Gil".
Cada 8 de enero, en el Paí Ubre, una encrucijada de caminos cercana a la ciudad de Mercedes, Corrientes, se dan cita miles de devotos creyentes en sus favores. Además es costumbre por todos los camioneros o conductores que pasen frente a su santuario, tocar bocina para saludarlo, o detener la marcha un momento para elevarle oraciones. Llevan como souvenir cintas rojas que luego colgarán dentro de la cabina de manejo, estampas, o eligen entre una enorme variedad de objetos preparados en el mercado paralelo al de la fe que allí florece. El 8 de enero, aniversario de su muerte, los administradores del culto llevan la cruz del santuario hasta la iglesia de Mercedes. Una vez bendecida, es traída en procesión hasta el lugar del rito, donde comienza el incesante desfile de creyentes que depositan ofrendas de todo tipo, y se dejan llevar por el clima de fiesta, cantando y bailando al compás de alegres chamamés que interpretan conjuntos profesionales y aficionados.   
     
EL CHUPACABRAS
Dentro de las actuales leyendas ocupa un lugar destacado el Chupacabras, criatura con forma de vampiro con cuerpo  humano que ataca a animales de diferentes especies en las zonas rurales.
            Esta creencia comenzó en 1992 en Puerto Rico, y se extiende por América Central, América del Sur, y en algunas zonas del sur de Estados Unidos.
            En ese año, apareció por primera vez la noticia en los periódicos portorriqueños El Vocero, y El Nuevo Día, donde se reseñaban las inexplicables matanzas de diversos animales como aves, caballos y cabras. Se le conocía como El Vampiro de Moca, debido a que algunas de las primeras matanzas ocurrieron en esa  pequeña ciudad. En una primera instancia, las sospechas recayeron en grupos satanistas que se creía realizaban las matanzas en forma aleatoria. Luego se extendieron a toda la isla. El patrón común de las víctimas era uno o dos pinchazos en la zona del cuello debido a los colmillos, y su cuerpo sin una gota de sangre. En su mayoría las victimas eran cabras.
            Los testimonios de supuestos testigos, hablaban de una oscura figura con una especie de capa negra. Estas declaraciones consolidaron  la creencia que podría tratarse de una figura “vampirezca”, la cual se arraigó en la comunidad.
            La noticia trascendió a nivel mundial, y otras muertes se reportaron en países como República Dominicana, Bolivia, Chile, Colombia, Perú, Brasil, Estados Unidos,  México y nuestra Argentina   
EL FANTASMA DEL MUSEO 
FERNÁNDEZ BLANCO
 
Al parecer, Buenos Aires tiene sus fantasmas. Algunos sobreviven en leyendas que circulan de  boca en boca, y otras en la ficción, desde la literatura, o el cine.
Ella no tiene la culpa... de haberse muerto sin querer. Tenía sólo 17 años. Era tan joven que no pudo resistir cuando la tuberculosis atacó su frágil cuerpo. Puede que no se haya dado cuenta, o puede que esté llorando su suerte, pero lo cierto es que aún hoy da vueltas por los jardines del Museo de Arte Hispanoamericano. En una cuadra empinada que llega a la Avenida Libertador, en el barrio de Retiro, descansa una casona construida a principios del siglo XX, pero con el estilo propio de una casa colonial. Con patios y galerías, columnas en la entrada, un jardín andaluz, un aljibe y enredaderas. Y entre las columnas de la galería, bajo la luz de la luna y como alma penitente, ella camina, quizás sin saber bien por qué. La casona que alguna vez fuera “la casa de la familia Noel” es hoy la sede del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. La fachada estilo colonial es como un oasis de tradición en la cada vez más cosmopolita ciudad de Buenos Aires. Fue construida por el arquitecto argentino Martín Noel, quien además era coleccionista de arte hispano. Con el paso del tiempo, la casona fue pasando de mano en mano, e incluso fue usada como centro de trata de esclavos, como cuentan las malas lenguas. También dependió por un tiempo de la Parroquia del Socorro, ubicada a pocas cuadras de la casona. Fue en ésta época que la joven habitó la casa, en vida. Tiempo más tarde, en 1928, cuando todavía era “la mansión Noel”, un presidente de los Estados Unidos, Herbert Hoover, se hospedó en la casona… y no pudo pegar un ojo. Es que la podía escuchar, gimiendo y llorando, azotando puertas, e incluso algunos miembros de su escolta dijeron haberla visto caminando afuera, sin tocar el suave pasto del jardín. Su imagen extremadamente blanca llamó más de una vez la atención de los invitados a las reuniones que el poeta Oliverio Girondo diera en los años ‘40 en su casa aledaña al actual Museo Fernández Blanco. Por ese entonces, ninguno de los presentes (como el escritor Manuel Mujica Lainez) podía explicar qué hacía esa chica caminando por el jardín del museo a altas horas de la noche…
    
NAHUELITO
¿Realidad o ficción? ¿Observación fehaciente o chiste astuto? Una vez más enfrentamos el dilema de tomar partido en un caso que, históricamente, ha suscitado controversia.   'Nahuelito' es una criatura acuática desconocida que, según la creencia popular, vive en el lago Nahuel Huapi. La hipótesis más popular es la del monstruo prehistórico: 'Nahuelito' sería un sobreviviente de la época de los dinosaurios, probablemente un 'plesiosauro'. Una versión más fantástica sugiere que es una extraña mutación de algún animal debido a los experimentos nucleares. La mayoría de los avistamientos describen al 'Nahuelito' de forma parecida, una longitud de aproximadamente 10 a 15 metros, dos jorobas, piel de cuero y, en ocasiones, un cuello en forma de cisne
El legado de las leyendas aborígenes acerca de un animal acuático (los mapuches lo llamaban “cuero”) retozando en las aguas del Nahuel Huapi fue recuperado a comienzos del siglo XX. En 1910, George Garret se desempeñaba como gerente en una compañía que navegaba por el lago Nahuel Huapi. Un día de aquel año avistó un animal que, de acuerdo a su testimonio, "parecía tener entre 15 o 20 pies de diámetro, sobresalía quizás 6 pies por encima del agua y estuvo 15 minutos a la vista". En aquella época, las historias acerca de la existencia de monstruos acuáticos estaban en boga a partir de la gran consideración mediática que tenía Nessie, la bestia del lago Ness.Ya sea objeto de conocimiento o de la imaginación, el enigma Nahuelito es una sana excusa para mantener en estado de vigilia la curiosidad del hombre. Las aguas del Nahuel Huapi  nos invitan a explorar sus secretos.
FELICITAS GUERRERO
Iglesia de Santa Felicitas en Barracas y estatua de Felicitas Guerrero y su hijo Félix.
Hay muchos testimonios que afirman que han visto recorrer por sus calles algún que otro fantasma.
El más famoso quizás, el  fantasma de Felicitas Guerrero. Cuenta la historia que era una de las mujeres más bonitas de la sociedad porteña y fue casada a los 16 años de edad con Martín de Álzaga, quien era dueño de una de las fortunas más importantes del país.
Su marido murió diez años más tarde, por lo que Felicitas se convirtió en una joven viuda, muy bella y muy rica. Esto sin duda, despertó el interés de más de un joven. Entre ellos, de Enrique Ocampo, quien al enterarse de las preferencias de la viuda por Samuel Sáenz Valiente, en la noche del 29 de enero del año 1872 se dirigió hasta la casa de Felicitas y la asesino y luego se suicidó.
En los jardines de la casa, ubicada en el barrio de Barracas, los padres de Felicitas realizaron una iglesia, frente a cuyas rejas muchos vecinos aseguran haberla visto en los aniversarios de su muerte. Hasta hay quien asegura haberla visto llorando desconsoladamente
LEYENDA DEL VOLADOR DE FLORES  
Alejandro Dolina
Casi todos los hombres sensibles de Flores conocían a Luciano, el volador. Sabía atender un puesto de diarios en la esquina de Boyacá y la avenida. Sus apologistas pretenden que levantaba quiniela, hecho que no le consta para nada al compilador de estas historias. Por lo demás, a través de todos los mitos de Flores, parece constante el afán de enaltecer el recuerdo de los héroes, atribuyéndoles actividades relacionadas con el juego. Si es verdad lo que se cuenta, Luciano volaba. Sus escasas fotografías nos lo muestran liviano y magro, aunque carente de alas. Una de ellas, que suele utilizarse como prueba de su don, lo registra al costado derecho de un grupo numeroso y sus pies aparecen en el aire, a una cuarta escasa del suelo. Los escépticos atribuyen este efecto a un truco fotográfico o bien a un pequeño salto oportuno. Sin embargo, la tradición oral de Flores insiste en recordar los vuelos de Luciano. Los más viejos aseguran que, cuando niño, descolgaba los barriletes que se enredaban en los árboles y recobraba las pelotas que caían en los techos del vecindario. Ya mayor, prefirió siempre los vuelos nocturnos. Parece que el cielo sostiene mejor de noche y no se corre el riesgo de llamar la atención de los papanatas. Excepción hecha de los días de lluvia o de granizo, Luciano prescindía de los colectivos y taxímetros. Un viajecito al centro le insumía apenas diez minutos. Solía aterrizar en las terrazas solitarias y bajar por los ascensores para evitar el escándalo. Siendo volador, Luciano era discreto. Conoció -eso cuentan- el secreto de todos los campanarios de Flores, se cruzó mil veces con las brujas desnudas que sobrevuelan Belgrano y se saludó con los ángeles ociosos que se dejan llevar por los vientos. Sus enemigos lo acusaban de robar higos y triciclos, para no hablar de las lamparitas del alumbrado público. Los aviones le producían terror, desde un día en que paseando por El Palomar, un pardo Alejano Lincoln casi le arranca la cabeza. Manuel Mandeb ha sido el principal proveedor de anécdotas de Luciano. El pensador árabe cuenta -por ejemplo- las desagradables consecuencias que padeció a causa de su ignorancia del uso de la brújula y la posición de los astros. Así nos refiere que una noche que volaba hacia el estadio de Vélez Sársfield con la ladina intención de colarse, equivocó el camino y descubrió las fuentes mismas del río Matanza. Encontró allí -sostiene Mandeb- grandes poblaciones lacustres, semejantes a las que cundieron en Suiza hace milenios. Tomándolo por un dios, los inocentes pobladores lo agasajaron, le dieron a beber hidromiel, le cedieron a una joven más o menos doncella y le obsequiaron una yunta de gallinas y un florero, único de estos  objetos que aún se conserva. Estos cuentos son muy sospechosos. Sospechosa también es la historia que ubica a Luciano siguiendo una bandada de golondrinas hasta los trópicos o aquella que hace referencia a la lucha con un cóndor bataraz. Cuando comenzaron las calamidades en el barrio de Flores, Luciano decidió partir. Las palomas azules con sus plumas de acero coparon el cielo de la barriada y el volador sintió miedo. Manuel Mandeb insiste en que antes de irse para siempre, Luciano le contó el secreto de su increíble destreza. Dice Mandeb que un mago extranjero le concedió el don del vuelo, pero le hizo la siguiente prevención: "Volarás, Luciano, pero cuida que quienes lo sepan no escriban nunca tu historia. Cuando alguien la lea, tu poder cesará definitivamente". Esto explica que las hazañas de Luciano sólo se hayan transmitido en forma oral. Ninguno de los literatos de Luciano lo menciona jamás. Gracias a ello Luciano habrá seguido volando hasta el día de hoy, lector impío, en que tus ojos curiosos acaban de desbarrancarlo para siempre.
 

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